Este verano he estado de vacaciones en Cantabria y fuimos a
ver las Cuevas de Altamira. Un pedazo de nuestra historia, nuestros orígenes.
Una visita totalmente recomendable.
En base a los restos
fósiles encontrados, hace un millón y medio de años, el homo ergaster,
fue el primer homínido en abandonar su hogar, África y se dirigió hacia
Asia y Europa. Hay muchas teorías en relación a la evolución del género homo,
pero lo que está claro es que antes se emigraba porque las condiciones externas
( clima, alimento,...) no permitían adaptarse a las circunstancias, y ahora
otras condiciones externas obligan a otros seres humanos a emigrar de su hogar
buscando mejorar sus condiciones de vida para asegurar su supervivencia.
Y de eso se trata,
de supervivencia. No voy a las causas de los conflictos, porque eso es otro
artículo, voy al momento en el que esa persona decide abandonar su casa, su
espacio, su familia...para adentrarse en una espiral de incertidumbre, riesgos
y desesperanza. Al momento en el que esa persona se levanta por la mañana y
decide saltar una valla, meterse en una lancha de plástico o andar por el
desierto kilómetros de arena para alcanzar una frontera. Y sobre todo, al
momento, en el que al alcanzar su objetivo, se encuentra con muros físicos
construidos por otros seres humanos de la misma especie y muros mentales que
impiden empatizar con esa decisión.
Actualmente hay
muchos muros separando fronteras: la barrera israelí de Cisjordania, la valla
entre Méjico y EEUU, el muro de la segregación en Eslovaquia para separar a la
comunidad romaní, la pared del Sahara levantada por las autoridades de
Marruecos a lo largo de 2700 km, el paralelo 38 que separa Corea del Norte del
Sur, los muros para contener las favelas en Río de Janeiro, el muro de Belfast
que aún separa las comunidades irlandesas, el muro entre Egipto y la franja de
Gaza, la cerca electrificada entre Botswana y Zimbabwe, el muro de hormigón
entre Hungría y Macedonia para erradicar las oleadas de personas sirias que
llegan huyendo de la guerra...y como no, la alambrada de Melilla con sus
devoluciones en caliente.
Hace 15 años hice mi
primer viaje fuera de España por Europa, y una de las ciudades que visitamos fue
Berlín. Me impresiono ver en un trozo de ese muro, que llamaban "de la
vergüenza", una frase escrita que decía " el pueblo que no conoce su
historia está condenado a repetirla", y parece que no la conocemos.
No creo que nuestros
antecesores lo tuvieran tan difícil y tampoco creo que tuviesen, como ahora,
título de propiedad sobre la tierra que pisaban. Solo espero, que el mismo
empeño que pusieron los homo erectus a la hora de inventar el fuego, pongamos
los homo actuales en acoger a esa gente que busca sobrevivir derrumbando una a
una cada piedra que levanta esos muros.
Y si eso no fuera posible, siempre nos quedará La Llave
Maestra para seguir abriendo puertas.
MARINA.