miércoles, 2 de septiembre de 2015

Los muros de la vergüenza




Este verano he estado de vacaciones en Cantabria y fuimos a ver las Cuevas de Altamira. Un pedazo de nuestra historia, nuestros orígenes. Una visita totalmente recomendable.

En base a los restos fósiles encontrados, hace un millón y medio de años, el homo ergaster,  fue el primer homínido en abandonar su hogar, África y se dirigió hacia Asia y Europa. Hay muchas teorías en relación a la evolución del género homo, pero lo que está claro es que antes se emigraba porque las condiciones externas ( clima, alimento,...) no permitían adaptarse a las circunstancias, y ahora otras condiciones externas obligan a otros seres humanos a emigrar de su hogar buscando mejorar sus condiciones de vida para asegurar su supervivencia.

Y de eso se trata, de supervivencia. No voy a las causas de los conflictos, porque eso es otro artículo, voy al momento en el que esa persona decide abandonar su casa, su espacio, su familia...para adentrarse en una espiral de incertidumbre, riesgos y desesperanza. Al momento en el que esa persona se levanta por la mañana y decide saltar una valla, meterse en una lancha de plástico o andar por el desierto kilómetros de arena para alcanzar una frontera. Y sobre todo, al momento, en el que al alcanzar su objetivo, se encuentra con muros físicos construidos por otros seres humanos de la misma especie y muros mentales que impiden empatizar con esa decisión.

Actualmente hay muchos muros separando fronteras: la barrera israelí de Cisjordania, la valla entre Méjico y EEUU, el muro de la segregación en Eslovaquia para separar a la comunidad romaní, la pared del Sahara levantada por las autoridades de Marruecos a lo largo de 2700 km, el paralelo 38 que separa Corea del Norte del Sur, los muros para contener las favelas en Río de Janeiro, el muro de Belfast que aún separa las comunidades irlandesas, el muro entre Egipto y la franja de Gaza, la cerca electrificada entre Botswana y Zimbabwe, el muro de hormigón entre Hungría y Macedonia para erradicar las oleadas de personas sirias que llegan huyendo de la guerra...y como no, la alambrada de Melilla con sus devoluciones en caliente.

Hace 15 años hice mi primer viaje fuera de España por Europa, y una de las ciudades que visitamos fue Berlín. Me impresiono ver en un trozo de ese muro, que llamaban "de la vergüenza", una frase escrita que decía " el pueblo que no conoce su historia está condenado a repetirla", y parece que no la conocemos.

No creo que nuestros antecesores lo tuvieran tan difícil y tampoco creo que tuviesen, como ahora, título de propiedad sobre la tierra que pisaban. Solo espero, que el mismo empeño que pusieron los homo erectus a la hora de inventar el fuego, pongamos los homo actuales en acoger a esa gente que busca sobrevivir derrumbando una a una cada piedra que levanta esos muros.

Y si eso no fuera posible, siempre nos quedará La Llave Maestra para seguir abriendo puertas.


MARINA.

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